Carroñeros

Entre las muchas cosas de las que uno se puede acabar aburriendo, se encuentran sin duda las informaciones abrumadoras y reiterativas sobre determinados asuntos de la actualidad. Es verdad que los ciclos informativos, por su propia naturaleza, están cambiando continuamente y lo que hoy parece importarle a todo el mundo, mañana ya no le interesa a nadie, se olvida con facilidad. Esto demuestra, entre otras cosas, que en muchos casos la información es un consumo pasajero, por lo menos para la mayoría, que asistimos impotentes a los gravísimos acontecimientos nacionales e internacionales del momento. Quienes tienen la tarea de ponernos al día, los medios de comunicación, se esfuerzan con verdadero ahínco por hacerlo, compitiendo para que no nos perdamos detalle; lo cual no deja de ser encomiable. Luego están los famosos tertulianos y comentaristas, que amplían nuestras dudas o desazones con respecto a los asuntos de rabiosa actualidad. Incluso si el tema lo requiere, se echa mano de algún experto, que encantado abunda más en el tema, hasta casi agotarlo.
El problema radica en como dosificar el usuario toda esa información que se nos trasmite, pues se puede acabar con indigestión informativa, en forma de depresión. Sobre todo si la rabiosa actualidad, a la que antes me refería, tiene matices catastróficos o desagradables. Siempre he manifestado mi admiración por quienes impertérritos, por lo menos aparentemente, se dedican a tratar e investigar, con fines informativos, temas particularmente conflictivos y desagradables. Supongo que para eso hay que valer, estar preparado como hay que estarlo para cualquier otra profesión, en la que se manejen materiales delicados o de riesgo.
Sea como fuere, la información tiene muchas veces ese punto amargo y desasosegante, relacionado con las realidades graves y conflictivas con que nos enfrenta. Cada uno sabrá cómo le afecta y hasta qué punto o en qué cantidad está dispuesto a soportarla, según sus gustos o necesidades. Sin embargo, no todo depende de los usuarios o de los consumidores, hoy es casi imposible aislarse de la manipulación informativa, sobre todo la que tiene cariz político. Los ciclos informativos a los que me refería al principio, a veces son asaltados por verdaderos carroñeros de la información, los que en una noticia o acontecimiento huelen la sangre del adversario y deciden explotarla hasta la saciedad. Una especie de “nunca más”, que convierte un suceso triste y hasta dramático en arma arrojadiza, más allá de lo que puede ser la normal asunción de responsabilidades. Últimamente acabamos de asistir a algunos ejemplos muy significativos al respecto.

 

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