El nacionalismo catalán

Es increíble como los pueblos llegan a creer a pies juntillas las burdas mentiras que los nacionalistas les predican. Y digo predican porque los nacionalismos son como nuevas religiones. Así ocurrió con los fascismos y demás regímenes nacionalistas. Buñuel alucinaba con el “Vivan las cadenas” que los anticonstitucionalistas gritaban al recibir al rey absolutista Fernando VII. Por eso su película “El fantasma de la libertad” comienza y termina con la surrealista escena de un ajusticiado gritando “Vivan las cadenas” Por mucho que los independentistas catalanes pretendan engañar diciendo que defienden la democracia, su ideología es antidemocrática y anacrónica y lo que pretenden es imponer las cadenas de su ideología.
Múltiples factores han conducido a esta irracional situación. Quizá el determinante haya sido la derivación hacia la independencia de la anterior Convergencia, con Mas al frente, como escapatoria a la Justicia del Estado por el tema de la corrupción. Desde el control de los medios y de la educación se dirigió desde el Govern la mentalización independentista. A ello contribuyó la crisis económica que dio lugar a un sector social muy radical que apoya a la CUP . Y otro sector más amplio es el de una pequeña burguesía que como consecuencia de la crisis en parte se ha proletarizado y que se vería beneficiada por los numerosos puestos de trabajo surgidos en la burocracia y otros sectores como consecuencia de la independencia.
Para justificar su nacionalismo no solamente utilizan su lengua sino que  han exagerado los valores catalanes que los tienen, como es su laboriosidad y espíritu de empresa, creyéndose superiores y no teniendo en cuenta la aportación de otros españoles que emigraron allí en busca de una vida mejor, de los que algunos listillos, los neófitos, buscando en la identificación catalanista posibilidades de autopromoción, se suman al movimiento independentista Todo ello unido a un sentimiento de identidad que en mayor o menor medida se da en todas las regiones, exacerbado desde el Govern, manejando incluso a los menores de edad, –al más puro estilo nazi–, y al igual que los nazis apelando al victimismo y al odio, con mentiras y falsas promesas. Y obviando y negando las consecuencias económicas negativas que la independencia provocaría.
El independentismo tiene sus raices en el siglo XIX y en España tuvo sus precursores en el carlismo vinculado al mundo rural y clerical en oposición al centralismo borbónico del que siempre habían recelado los catalanes y más desde que Napoleón imponía principios revolucionarios como la supresión de la Inquisición y de conventos. Los europeos se asombraban de los comportamientos de los carlistas como era el de arrodillarse a rezar antes de entrar en combate. También Oriol Junqueras insiste en que es católico y que reza mucho, algo insólito en las declaraciones de un político. Y hasta Puigdemont ha sido ridiculizado en la portada de la principal revista satírica francesa. Pero a pesar de que no han conseguido el apoyo de un solo estado de la unión europea, sus seguidores y fieles creyentes en los falsos planteamientos de un futuro feliz dentro de la unión europea, parece que seguirán votándoles.
Cuando vemos en los documentales el fervor nazi hasta su derrota final en un pueblo de un nivel cultural y científico sobresaliente tampoco nos extrañará que a pesar del “seny”, los catalanes vuelvan a votar a los mediocres políticos que incumplieron no solamente las leyes del Estado sino las propias y que ni tuvieron en cuenta la opinión de sus propios asesores jurídicos. Ojalá que no sea así para que la película de la hoja de ruta separatista no termine como la película de Buñuel con el anticontitucionalista “Vivan las cadenas”.

El nacionalismo catalán

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