En la época napoleónica se decía que cuando París estornudaba, Europa se resfriaba. Ahora podríamos decir lo mismo de Washington.
Escribo estas líneas setenta y dos horas después de una jornada electoral que arrojará un 48% de votos para Donald Trump. Aunque pierda la presidencia, su base social se ha ampliado de 60.5 a 69.5 millones de votantes, lo que acredita que la mala educación, la divulgación de noticias falsas en redes sociales, la normalización de la violencia, la identificación de conspiraciones para diluir responsabilidades colectivas, y la deshumanización de todo tipo de minorías, son platos de buen gusto para muchos ciudadanos.
Siempre hubo demagogia, pero todo esto va más allá de los inevitables sesgos ideológicos. La simbiosis de prejuicios tóxicos para fines políticos no nació en EE.UU, pero la capacidad de esta nación para exportar lo bueno y lo malo, es indiscutible.