No utilizar la eutanasia en vano

Amo y defiendo la vida, pero me siento incapaz de juzgar moralmente a quien actúa impulsado por el sufrimiento extremo o por el de los seres queridos que quieren acabar con una vida que les resulta insoportable. Quiénes somos nosotros para juzgar lo que hacen gentes desesperadas por un sufrimiento que a veces resulta hasta difícil de imaginar. Por eso, me resulta desagradable contemplar que la eutanasia se ha convertido en objeto de debate electoralista, más bien electorero.
La única propuesta que me parece aceptable, estando en campaña electoral, es la de buscar un consenso social –y político– para regular la vida y la muerte dignas. Llámele usted eutanasia activa, pasiva o como quiera. Creo que no podemos dejar que planteamientos religiosos o falsamente compasivos intervengan en un debate que mucho tiene de hipócrita.
En fin: estamos en la época de las ofertas y de las demagogias. Se ofrece dinero a los jóvenes, cuya edad para votar quieren algunos –y estoy de acuerdo– rebajar; se prometen dentista y Universidad gratis, mayores facilidades para la conciliación, impuestos más justos... Imposible recoger, en el mero espacio atribuido a esta columna, todos los bienes que los candidatos nos anuncian si ganan. Los “decretazos de los viernes” del Gobierno se quedan cortos ante las mieles que otros nos aseguran que tendremos.
Cuánto me gustaría creer en esos paraísos terrenales que nos diseñan en la campaña electoral. Ya sé que muchas son ofertas imposibles y otras quedarán en el olvido. Pero, al menos, las campañas electorales sacuden un poco la modorra imaginativa de nuestros representantes políticos: algo quedará, al menos, en esta maraña de benéficas medidas. Hasta Franco está incluido en el plan de ventas. Del que echo en falta, por cierto, planes imaginativos para resolver nuestro principal problema político, es decir, Cataluña y la estructura territorial de la nación, de España.
Sean imaginativos, de acuerdo. Planteemos la reforma de cuanto es preciso reformas. Pero, por favor, no jueguen con el dolor. Avancemos en la regulación de la eutanasia –seamos valientes–. Pero jamás, jamás, nos atrevamos a pensar que da o quita votos. Hablamos de algo demasiado serio.

 

No utilizar la eutanasia en vano

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