Memes

Las ocurrencias y el buen humor nos alegran la vida, tener un amigo es un tesoro y si encima es simpático, una maravilla. Pasar un buen rato y “echarse unas risas”, como dicen algunos de mis colegas, resulta muy gratificante. A mí me encantan esos momentos en los que de forma personal y distendida puedes comentar gustos y aficiones, al tiempo que das rienda suelta al ingenio o a la ironía. Siempre por supuesto con ánimo de pasarlo bien y hacérselo pasar bien a los demás, no es muy agradable encontrarte con alguien que lo único que quiere es demostrar su agudeza o dejar en evidencia a los demás. Todos hemos tenido experiencias de uno y otro tipo, y sabemos con quién podemos pasarlo bien y con quién no.
Actualmente, como ocurre con otros muchos aspectos de nuestra vida, las agudezas y los chistes, reservados antes para los momentos de relación personal y de forma ocasional, están continuamente presentes en la red, en esa maraña de información que pulula por internet. En este caso, nos resulte agradable o no, es difícil inhibirse de la cantidad de memes que llegan a nuestros correos y teléfonos. Todo acontecimiento es ocasión para que una legión de graciosos, algunos más que otros, se ponga a la tarea de hacernos partícipes de sus ocurrencias. Después están los que de forma obsesiva y casi profesional se dedican a difundirlos.
Todo esto está muy bien y, en principio, no tengo nada en contra, por el momento me defiendo relativamente bien de esa avalancha de supuesto buen humor que nos amenaza. Se trata de saber limitar los contactos y dosificar el mismo uso de los medios, sin necesidad de renunciar a sus ventajas. Hay quien, angustiado por no poderse quitar a los internautas pelmazos de encima, decide vivir al margen de las nuevas tecnologías. En realidad es una opción que pocos pueden permitirse, quien más quien menos, por el motivo que sea, las acaba utilizando.
El problema son los efluvios de mal gusto y procacidad, cuando no indecencia e inmoralidad que en ocasiones contienen los dichosos memes. Supongo que, como en tantos otros casos, se trata de un simple reflejo de la sociedad en que vivimos, entre mierdas de perros en las calles y “cagadas” de graciosos en los medios. Desde luego no faltan creaciones verdaderamente simpáticas e ilustrativas, pero son los menos. El resto, como mínimo, nos hace perder el tiempo, que deberíamos utilizar para leer libros o documentarnos seriamente sobre algún tema o acontecimiento. La frivolidad mental y la estulticia siempre han sido un peligro. Memes o memeces, aunque no estén necesariamente relacionados, acaban siendo como las moscas cojoneras, que revolotean continuamente a nuestro alrededor.
 

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