Los pícaros ibéricos

La novela picaresca es un género literario muy nuestro. Y en gran medida representa ciertos comportamientos de nuestra psique colectiva. Aunque la figura del antihéroe del Siglo XVII no es homologable a la del astuto individuo del Siglo XXI, todavía sigue habiendo ciertas similitudes entre ellos.
Hoy en día la honestidad es un valor en extinción. Casi no existe. Las personas honestas son vistas como gente poco válida, salidas de otra época y sin espacio en esta –mal llamada competitiva– sociedad.
Hoy la picaresca es sinónimo de “comisionista”, “conseguidor”, “asesor” “defraudador”, “tránsfuga”, etcétera. El objetivo del pícaro moderno es adueñarse de los dineros utilizando todo tipo de maquinaciones, intrigas y engaños. Y la mejor manera de hacerlo es ejerciendo el oficio de político. Es una manera insidiosa y marrullera de hacerse con un buen patrimonio en poco tiempo.
Y sin apenas dar un palo al agua. Además, con unos riesgos asumibles, puesto que estarán poco tiempo en el trullo en el caso de que sean condenados. Y lo más importante, el patrimonio mal habido  siempre queda a buen recaudo, es decir, depositado en algún paraíso fiscal.
Este pícaro postmoderno es un individuo ambicioso, que no cree en nada ni en nadie. Su dios es el dinero contante y sonante. Y si está en billetes de 500 euros mucho mejor. Aunque milite en un partido, en realidad, no tiene partido ni ideología ni patria.
Estos tres conceptos se transmutan en una misma cosa: dinero. En román paladino, es el delincuente sociopolítico perfecto. Su meta es enriquecerse lo antes posible. No importa los medios a utilizar, lo que importa es el objetivo final. Digamos que el fin lo justifica todo.
Así funciona la mente de estos nuevos pícaros. No importa a quienes tengan que engañar, ni la manera de hacerlo. Prueba de ello es lo ocurrido  con las cajas de ahorros. Se decide invertir miles de millones de euros en el negocio del ladrillo, pero como no había liquidez suficiente para tales inversiones se inventan productos de alto riesgo. Que les llamarán  “subordinadas” y  “preferentes”.
Todo estaba bien elaborado y calculado, pues en el hipotético caso de que el negocio fallara, como de hecho ocurrió, se pondría rápidamente en marcha un “plan B”, es decir, las quitas. Con lo cual, los paganos esas quitas serían los currantes y ahorristas.
En la Roma antigua decían, “abusus non est usus, sed corruptela” (abuso no es uso, sino corruptela). Aunque aquí hubo más que abuso, hubo un engaño en toda regla. Se utilizó la ingeniería financiera –que tan de moda está en estos tiempos–, que no es más que una fórmula ingeniosa para disfrazar los engaños y las trampas.
Un amigo me comentaba que los políticos corruptos deberían ser suspendidos “a divinis”, como hace la Iglesia con algunos sacerdotes.
Pero eso no es posible, puesto que los políticos, que son los que hacen las leyes, se ponen de acuerdo para que eso no ocurra.
El leitmotiv de muchos políticos no es trabajar por el país, ni la defensa de los intereses generales. No. Es la defensa de sus personalísimas y sacrosantas agendas. Eso es lo que realmente cuenta para un gran número de ellos. Que desafortunadamente va en aumento. Entre los partidos existe un tipo de corporativismo, de acuerdos no escritos, en los cuales están todos de acuerdo en la defensa de sus intereses. Por consiguiente, que nadie se meta con el salario de sus señorías ni con las subvenciones. Eso es casi materia reservada.
Le recortarán a usted su pensión, su salario, si es funcionario, le aumentarán la tarifa del transporte público, de la comida y de muchos otros artículos de primera necesidad, pero jamás harán recortes salariales en los cargos públicos.  Y si lo hacen –como alguna vez ha sucedido– lo utilizan para hacer marketing político, como algo simbólico. Además, esos recortes light apenas tienen repercusión económica en sus vidas.
Estamos ante un perfil de pícaro que evolucionó dentro de la picaresca ibérica. Los pícaros de hoy se pueden encontrar en todas partes y en todos los extractos sociales, pero en la política es donde más abundan. Y es comprensible.

 

Los pícaros ibéricos

Te puede interesar