La ética de compartir

La semana pasada nos enterábamos de que durante años la farmacéutica Pfizer ocultó datos que podrían haber ayudado en la investigación contra el Alzheimer. Al parecer y a raíz del análisis de cientos de miles de reclamaciones de seguros, investigadores de la compañía advirtieron que Enbrel –un popular antiinflamatorio indicado en la artritis reumatoide– podría reducir hasta en un 64% el riesgo de desarrollar Alzheimer. Aunque estos investigadores instaron a la compañía a continuar con esta línea, desde Pfizer se decidió no solo no hacerlo, sino que además se ocultaron estos datos.

Desde la compañía se escudan en que existía muy poca certeza sobre la validez de estas observaciones. Con anterioridad se habían financiado investigaciones independientes que exploraban la posibilidad de utilizar Enbrel en el Alzheimer, pero sus resultados no fueron muy interesantes. El gran tamaño de la molécula, que dificulta que pueda superar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro, era el principal obstáculo que se veía. Así es que prefirieron no hacer públicos los nuevos datos para evitar que otros científicos perdieran tiempo y recursos en explorar una vía que parecía condenada al fracaso.

Esta explicación no acaba de convencer a muchos. El hecho de que justo en el momento de conocerse los datos Pfizer estuviera cerrando el área encargada de investigar el Alzheimer o que la patente de Enbrel estuviera a punto de expirar levantan muchas suspicacias. También que si se descubría que la molécula era capaz de superar la barrera hematoencefálica serían necesarios nuevos estudios sobre su toxicidad. Y que los estudios para probar este fármaco y ver si realmente es eficaz podrían suponer un desembolso superior a los 80 millones de euros. Razones todas estas que generan muchas dudas sobre la versión ahora de la compañía.

Sea como fuere, este caso abre un debate sobre los que es o no obligatorio hacer público en ciencia. Existen quejas sobre como muchos estudios cuyos resultados son negativos se quedan en un cajón. Sin embargo, hasta ahora había pasado que resultados positivos o prometedores también se ocultaran, que sepamos. Tanto en un caso como en otro, lo único que hacemos es complicar todavía un poco más el difícil camino de la investigación y pone sobre la mesa la necesidad de desarrollar mecanismos que eviten que esto pueda volver a suceder.

La ética de compartir

Te puede interesar