El reciente y espantoso vídeo, difundido en las redes sociales, de dos adolescentes de catorce años golpeando brutalmente a una compañera de aula, es un grito a la conciencia colectiva, advirtiendo sobre los graves fallos de la educación actual.
Mas grave que el ensañamiento con que la golpearon hasta romperle el tabique nasal, es el cortejo de animadores formando un corro para evitar las miradas de los adultos, el de quién, sin temblarle el pulso, grava la escena, o la supuesta amiga que la citó en la calle, sabiendo que la estaban esperando para agredirla.
Ninguno de estos jóvenes sintió lastima, compasión, solidaridad, empatía porque son valores éticos que nadie les ha inculcado. Y no es la escuela la responsable. Son los padres, porque el respeto a los demás y la conciencia del dolor ajeno se aprenden en casa. Otra cosa es que en los colegios los docentes tengan la responsabilidad, in vigilando, de evitar este tipo de torturas, y que no se apliquen los protocolos contra el acoso escolar.
La saña con la que se persigue a los débiles hace que ni siquiera sirva el cambiar de instituto, porque a esta pobre chica la fueron a buscar al nuevo IES para seguir amedrentándola. Y lo más terrible es que los chicos y chicas que padecen ‘bullying’ se sienten tan humillados que son incapaces de contarlo a su familia. Algunos se suicidan. Otros acaban muchos años después en la consulta de un psicólogo, luchando contra los traumas de una niñez machacada.
Que la infancia es la edad de la inocencia es un mito del romanticismo. La niñez es el aprendizaje de la vida y el momento de inculcar valores éticos y de convivencia.
Pero algo se está haciendo muy mal cuando los adolescentes actuales aprenden sexualidad viendo pornografía en Internet y confunden sexo con violencia, sumisión y dominación. Dicen los expertos que el incremento de las violaciones grupales se están produciendo porque los padres no “pierden el tiempo” hablando de sexualidad con sus hijos porque les resulta engorroso y además no se puede “competir” con los móviles.
Educar a un hijo no es consentirle los caprichos y las rabietas o dejarle una tableta para que no moleste. Educar es poner límites; enseñarles a convivir en el respeto a los demás.
Parecen obviedades pero viendo los numerosos casos de acoso en las aulas, da la impresión de que se nos olvida lo básico en una sociedad tan avanzada y democrática como nos creemos tener.
Por eso la manifestación del viernes en muchas ciudades de España, reclamando salvar el planeta, fue un soplo de esperanza. Niños y jóvenes con sus pancartas exigieron respeto a su futuro y al planeta. Alguien en sus casas les está enseñando que juntos se defienden las causas que atañen a la humanidad.