¡QUIÉN lo iba a decir!, resulta que Fidel Castro y Albert Rivera, el político antes conocido como Adolfo Suárez, son cuspidiños. No es que el ciudadano naranja haya decidido dejarse barba ni que le haya cogido gusto a pasarse el día en chándal, sino que ambos son reacios al culto a la personalidad, al menos de boquilla. La última voluntad del comandante fue que no se levantasen monumentos en su honor ni se diese su nombre a calles y el presidente de Ciudadanos considera que es conveniente que se deje de citar a Adolfo Suárez y, en cambio, el partido se presente como algo nuevo y con personalidad propia. Pero no acaban ahí la semejanzas; Castro era un apasionado de la represión y de silenciar a los rebeldes y Rivera ha decidido endurecer las sanciones a los críticos en los estatutos que se aprobarán en la asamblea general del próximo mes. Con la cantidad de gente para imitar que hay, ir a escoger a un dictador comunista...