De la misma manera que no es anecdótico el asesinato de mujeres a manos de sus parejas, porque son categoría, debido al gran número de casos, tampoco es anecdótico el caso de mujeres que secuestran a sus hijos, presentan falsas denuncias contra sus padres, y emplean a su favor la discriminatoria ley de violencia de género. Porque es discriminatoria, desde el momento en que la presunción de inocencia del varón queda por debajo de la presunción de veracidad de la mujer, y pone en el limbo el artículo 14 de la Constitución Española.
Tengo cinco nietas maravillosas, una nuera admirable, una hija a la que merece la pena conocer, y una esposa a la que admiro. Quiero decir que si a alguna feminista de guardia este artículo le parece políticamente incorrecto y machista, me da igual, porque a las tontas contemporáneas les niego la facultad de expender documentos de machismo, de progresismo o de ingeniería medio ambiental.
Hay ciudadanos del género masculino que se comportan peor que los primates, porque los primates jamás asesinan a sus hembras, y hay hembras que aprovechan los resquicios de la legalidad para comportarse como personas miserables, dignas del mayor desprecio. Acusar a un hombre de abusos, a sabiendas de que es falso, para arrebatarle el régimen de visitas a sus hijos, es una canallada que no tiene sexo porque la maldad se reparte por igual entre poseedores de ovarios y de testículos.
Es cierto que tenemos un problema con la violencia de género. Menos que el de Alemania. Porque, en Alemania, con el doble de población, los ciudadanos masculinos asesinan más del doble que los españoles. Eso preocupa en Alemania, pero todavía no le ha llevado a cargarse la igualdad de los ciudadanos ante la Ley, sobre la base de su sexo.
Interpretar las estadísticas puede ser peligroso. En carretera, cada diez víctimas mortales, ocho son hombres. ¿Le negamos el carné de conducir a los chicos? No hay nada más peligroso que el entusiasmo acompañado de sectarismo.