Posverdades y otras retóricas

Andamos con las modas a cuestas. Días pasados recordaba que primero nos metemos en un charco y acto seguido chapoteamos el siguiente. Ahora nos ha dado por la posverdad, dando por cierto lo que no lo es, y no hay cristiano que se la quite de encima. Vamos tras la verdad, pretendiendo conseguirla y sabemos que nuestro razonamiento es falso hasta los tuétanos.
Así esa ley de memez histérica empeñada en narrar la derrota del general Franco y sus huestes en la última guerra incivil española, la victoria de Napoleón en Waterloo o las divisiones acorazadas de Hitler conquistando el mundo al redoble del tambor y marcial paso de la oca… Y si descendemos a escala vasca el estupor nos deja como al gallo de Morón sin plumas y cacareando.
Tal la desaparición, cuatrotropecientas mil veces dicha, de ETA cuando sus eficaces pistoleros acceden a las instituciones con beneplácito de políticos y decisiones judiciales… Ello sin despreciar, a nivel municipal, a Marea regida por Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A. Gaiteira. Que no da un paso adelante en su programa de gobierno de La Coruña conforme anunciara en su campaña electoral. Más o menos es como si una empanada mental o ictus galopante hubiesen paralizado su capacidad decisoria. Miedo de adoptar resoluciones que lo ahogan en aquella duda anunciada por un tal Descarates y su discurso del método: no actúo, luego existo. Fuera del escepticismo nihilista. Al dudar se piensa que se duda. Voluntad de juzgar o abstenerse de juzgar.
Medir el pulso urbano. Sus objetivos prácticos falsas y cuanto interesa de verdad a los vecinos. Pero vivimos posverdades falsas y un montón de fracasos. Incurrimos en sofismas. Y montados en el último tren que se nos escapa anunciamos aporías ilusionantes transformadas en dificultades lógicas insuperables de problemas especulativos. Voluntad de juzgar o de abstenerse de juzgar. Ortega, por otro lado, enarbolará la vertebración de una nación tan ecuménica y hermosa como España...

Posverdades y otras retóricas

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