La vida se complace en la ironía. Rita Barberá, la otrora popular alcaldesa de Valencia vive su particular vía crucis político cuando llegan las Fallas, las fiestas en las que durante tantos años su imagen abría los telediarios. Eran los días de gloria y el “caloret”. Pero en democracia la corrupción pasa factura y Rita vive sus horas bajas. A caballo entre el silencio de algunos de los conmilitones veteranos con los que comparte escaño en el Senado y los “zascas” de los jóvenes delfines del partido que la han desahuciado.
Y al fondo de todo, desde La Moncloa, el enigma Mariano. Que, por una parte, parece que apoya a Rita diciendo que está contento porque la senadora acepta la invitación de un juez para declarar sin necesidad de acudir al trámite del suplicatorio que protege a los aforados y, por otra, la deja caer al no decir nada ante el expediente informativo abierto en Génova.
Mariano siempre sorprende porque raro es el día en el que no ofrece nuevas pruebas de galleguismo. En este caso su proverbial ambigüedad favorece la duda acerca de si Rita guarda secretos que pudieran comprometer (todavía más) al PP. De ahí que con una mano la proteja y con otra autoriza la apertura del expediente informativo que pudiera ser la antesala de su expulsión del partido. Rita era mucha Rita. En Valencia era la “jefa” y su sombra llegaba hasta Madrid. De ahí la conjetura acerca de cómo puede reaccionar. Aunque no tiene demasiadas salidas porque una abultada sospecha de corrupción la envuelve: nueve de sus antiguos concejales están siendo investigados por la Justicia y el PP de Valencia está acusado de blanqueo de dinero.
Por eso, cuando proclama que en el PP nunca existió una caja “B” y cuando asegura que ella no estaba al tanto del presunto trueque de billetes de 500 euros, cuesta creer que dice la verdad. Su renuncia al acta de senadora es más que probable. La única duda, dada su personalidad, reside en si se irá en silencio o sí se llevará por delante a quienes comparten con ella los secretos de los manejos financieros non sanctos del PP. Y no solo en Valencia.