El nacho ese norcoreano (como se llame), ese que echó a su tío a los perros, mandó envenenar a su hermanastro y, entre otros cepillados se cargó a su novia (quizá por una diferencia de criterios), está montando una gorda con tanto misil y bombas de hidrógeno. Trump está que se sube por las paredes de la Cámara Oval, con tanto toque de pelotillas del chinoreano, que no tiene a nadie que le frene como a él porque, a ver quién tiene bemoles a decirle algo al chinoreano, sabiendo que tiene un pronto de la hostia.
Pero, si yo fuera Trump, mandaría un par de submarinos de los gordos para cepillarle en pleno vuelo algún misil de los que el nacho lanza. Quizá, si le cepillaran uno, por chiripa o puntería, el cabrón se amarraría los machos por lo que se le podría venir encima si el Trump se cabrea un poco más de lo que está. La cosa no creo que pasara a más, por cascarle un misil fuera del territorio coreano. Afortunadamente, no soy Trump.