Como anillo al dedo

Si se da por bueno que las urnas son un tanto impredecibles porque las carga el diablo, un poco lo mismo puede decirse de las campañas electorales: un acontecimiento novedoso puede dar al traste con la línea argumental expuesta hasta el momento en mítines y otros actos públicos. O al revés: puede reforzar los mensajes.
Así las cosas, a solo dos días del 26 J se produce un terremoto político de alcance internacional: el Brexit, un hecho al que en un principio se le concedió escasa relevancia electoral aquí, pero que, a juicio hoy de los expertos, puede haber sido determinante no tanto en el triunfo del PP y de Mariano Rajoy como en la impensada contundencia con que tuvo lugar.
Según ha contado José Juan Toharia, presidente de Metroscopia, en la tarde/noche del viernes un sondeo interno de la empresa dejaba ver que no más del 1,4 por ciento de los consultados veía en la salida del Reino Unido de las instituciones comunitarias un factor que le hiciera cambiar el sentido del voto. Un 3 por ciento adicional consideraba poco probable que eso ocurriera, pero tampoco lo descartaba.
Algo, sin embargo, sucedió en el sábado de reflexión como para haber cambiado las perspectivas electorales en la forma en que lo hizo. Y ello no fue otra cosa que el aluvión de informaciones sobre las múltiples y graves posibles consecuencias que el Brexit podía suponer para el Reino Unido, para la Unión Europea y para nuestro país.
De ahí que la atención pública se abriera súbitamente a un nuevo contexto referencial y a la prudencia que parecía imponer el alcance y gravedad de unos hechos que acababan de producirse al otro lado del canal de la Mancha, pero que tanto en estas nuestras latitudes podrían afectar.
La opinión pública española pareció entonces tomar conciencia de la necesidad de evitar aventuras políticas y de devolver el voto a los partidos que ofrecían una mayor seguridad institucional; es decir, al PP y en menor medida, pero también, al Partido Socialista, dejando para mejor ocasión el voto de protesta y de castigo. Y menos mal que tal probable reflexión no afectó a quienes, antes del Brexit, habían ya votado por correo, porque, en otro caso, lo que ha acabado ocurriendo hubiera sido más sonado.
De todas formas, el efecto Brexit vino a reforzar la gran línea argumental que la campaña del PP había puesto de manifiesto: la conveniencia de evitar aventuras y experimentos en unos momentos en que se empieza a salir de la crisis, pero cuando queda todavía mucho camino por andar. En este sentido cabe decir que –electoralmente– el Brexit le vino al PP y a Rajoy como anillo al dedo.

Como anillo al dedo

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