El libro de Jonathan Crary “24/7 El capitalismo al asalto del sueño”, no es un libro de terror, aunque pudiera parecerlo a tenor del título. El sueño no es lo que soñamos, que también, aquí el sueño es real, son las horas que dormimos. Parte de la tesis de que el trabajo precario es un hecho planificado para que nadie gane lo suficiente y así nuestra única obsesión sea la de multiplicar las horas de trabajo robadas al sueño para cumplir nuestras expectativas familiares y personales. El gorrión de corona blanca que existe en la Costa Oeste de América del Norte, puede aguantar una semana sin dormir manteniendo la actividad “productiva y eficiente”. En este pájaro se fija el DARPA (División de Investigación Avanzada del Pentágono) para llevar adelante sus investigaciones sobre medicamentos que alteren nuestra conciencia y nos permitan rendir veinticuatro horas al día siete días a la semana. Todo empieza por los horarios comerciales, por hacernos consumir o la posibilidad de, veinticuatro horas al día. El hombre consumidor así tiene la posibilidad de flexibilizar su horario de trabajo. Las investigaciones de ese medicamento comienzan por los soldados y como no: Guantànamo. Interrogatorios donde al prisionero se le mantiene despierto hasta el límite de la psicosis. Lo de menos es la verdad o lo que tenga que decir. El hombre debe copiar la resistencia y la eficiencia de la máquina, lograr primero que vigile veinticuatro horas al día y después que rinda todo el tiempo. “La investigación sobre el insomnio debe entenderse como parte de una búsqueda de soldados cuyas capacidades físicas se aproximarían a las funcionalidades de redes y aparatos no humanos”.
¿Podremos entender aquí para qué tanta guerra? Según Crary la locura llega cuando se intenta plasmar un proyecto, solo la idea aterra, de eliminar el día y la noche a través de espejos y satélite: “luz del día durante toda la noche”. La argumentación de los defensores no tiene desperdicio: “ayudaría a disminuir el uso de electricidad durante la noche y que la pérdida del cielo nocturno y su oscuridad es un pequeño precio a pagar por la reducción del consumo global de energía”. Se trata en definitiva de iluminar nuestra intimidad para ponerla en el sistema productivo. Seguirá...