HAY que reconocer que la Fundación Francisco Franco ha sido capaz de aunar los ánimos de buena parte de los gallegos, por supuesto, para ponerse frente a ella. La polémica decisión de la familia del dictador de que sea ese ente el encargado de gestionar las visitas al pazo de Meirás y las afirmaciones de sus responsables, asegurando que la apertura de la residencia veraniega de los Franco iba a suponer un revulsivo para el turismo en Galicia y que procurarían ensalzar la figura del militar, obraron el milagro. En estos momentos hay casi cola de partidos, instituciones y organizaciones, aguardando a que los nuevos responsables del bien de interés cultural metan la pata para que terminen con sus huesos en el banquillo de algún juzgado. ¿Lo conseguirán?