La galería ArtBy´s ofrece una muestra de cuatro miembros de la ilustre familia coruñesa de los Tenreiro, cuyo papel en la arquitectura y el arte de la ciudad ha sido fundamental. La saga la inicia Antonio Tenreiro Rodríguez ( 1893-1972), autor de edificios emblemáticos, como el Banco Pastor y el Mercado de San Agustín y cuyo talento de arquitecto queda visible en los planos expuestos, como el alzado para un Anteproyecto de residencia en Toledo, con una torre de inspiración mudéjar lo que denota su sensibilidad para adecuar el proyecto al lugar. Un bodegón de escuela, con girasol, busto y libros, realizado siendo estudiante, demuestra también sus notables capacidades de pintor, que, en la práctica, no desarrolló.
Quien sí fue un extraordinario pintor, además de arquitecto, fue Antonio Tenreiro Brochón (1923-2006), del que podemos contemplar alguna de sus magníficas acuarelas, donde la aguada adquiere transparencias y levedades aéreas y el color se difunde en suaves tintas casi inmateriales; también hay óleos suyos, como El baño, Jardín con estatua o Paisaje, en los que se aprecia la soltura de su pincelada y la magnífica entonación cromática, destacando, sin duda la obra Acantilado que, en tonos terroso-grisáceos y morados, refleja toda la potencia y la liminal fiereza de nuestro Atlántico. El recientemente fallecido Jaime Tenreiro (1955-2018), –activo participante en los movimientos renovadores que vivió nuestra ciudad, a partir de la década del 70–, nos descubre algunos ángulos desconocidos, como un Desnudo femenino realizado con 16 años, su incursión en la acuarela a imitación de su tío, sus Marismas de diluidos grises o el potente expresionismo de “La lágrima del payaso” (1972) que parece pintó influido por la muerte de su abuelo; a destacar su ya conocido amor por el mito, en “Patria o muerte”, donde, en minucioso dibujo, representa a una musa griega pintando al Che Guevara. Enrique Tenreiro (1969) devuelve la saga a las fuerzas pánicas de la naturaleza, con sus tallas de troncos de madera, cuyas sugerencias formales aprovecha para hacerles hablar de sus misterios escondidos o para descubrir en germen “El origen de las pasiones”, como en la pieza de tal título, donde las retorcidas raíces se transforman en alas, en picos de ave o en variadas anatomías y paisajes; las referencias a lo orgánico y a los imparables contorsiones y movimientos de la vida están también presentes en sus ceras, grabados y pinturas, como en Bosque rojo, Flores verdes o Composición. Sin embargo, obras recientes como Uno de Octubre (2017) y Rojo y negro (2015) ahondan en una abstracción pura, con ecos de Malevich, donde el color, casi reducido a la monocromía deviene en símbolo; así Rojo y negro es un liso y oscuro espacio impenetrable, cuya esquina superior se quiebra y dobla, como aguda flecha de dolor, en un rojo relieve triangular; y de hirientes fisuras y heridas rojas, que rajan la opaca negrura, habla también Uno de Octubre. Nos enfrenta, así, a la dualidad de la existencia y del ser humano.