hay quien roba por afición –afición al dinero y a la buena vida, se entiende– y quien lo hace por necesidad. La diferencia suele estar en que los primeros habitualmente tienen cuentas en paraísos fiscales y los segundos se llevan a la carrera un paquete de galletas debajo del brazo. Entre medias están los que usan colchones y cajas fuertes en lugar de bancos, que tiran hacia el primer grupo. El atraco que se cometió el viernes en un bazar coruñés, sin embargo, tiene pinta de ser de los robos por desesperación, a juzgar por la actitud de la autora, una mujer que le reclamó a la dependienta solo la mitad de la recaudación de la tienda. Que una puede ser ladrona, pero no avariciosa.