El actor ferrolano Javier Gutiérrez –ya saben, ese que incluso en un conocido anuncio comercial aprovecha para hablar de lo necesario y fácil que le resulta acercarse por su tierra– no deja de afianzar sus opciones al Premio Goya a la mejor interpretación. Su trabajo en La isla mínima, dirigida por Alberto Rodríguez, nos acerca a un tiempo a caballo entre la dictadura y la Transición. Su papel, el de un policía “curtido” en el viejo régimen pero abocado a la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos, no podría haber encontrado mejor actor. De este trhiller, capaz de captar como pocos la narración a la americana sin caer necesariamente en el costumbrismo español –lo demuestran su capacidad narrativa, el montaje y una fotografía excelsas–, destaca el momento en que su personaje, Juan, es capaz de hacernos creer, al público y a su propio compañero, que no cometió el crimen del que se le acusa durante el franquismo. Solo esa raza de gigantes sobre la escena alcanzan tales logros.