SHIGERU MIYAMOTO

Tiene uno de esos nombres que nos cuesta recordar. Y mucho más pronunciar. Shigeru Miyamoto. Ha sido distinguido con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y gracias a eso le ponemos cara. Aunque lleva décadas sacándonos sonrisas con su trabajo. El padre de Super Mario, de Donkey Kong, de Zelda. Hasta los que estamos peleados con las consolas –o se tiene un don para jugar o no se tiene– hemos pasado tardes saltando setas y luchando contra dragones.

Miyamoto es el responsable de que ejercitemos nuestra mente y de que nos pongamos en forma. El Brain Training nos reconcilió con la idea del juego para toda la familia, ese que parecía que solo tenía cabida en un tablero de cartón. Hizo que la inteligencia estuviese de nuevo de moda. Que experimentásemos otra vez la sensación de superarnos, cuando creíamos que ya solo podíamos desaprender. Con Wii Fit volvimos a los tiempos de Eva Nasarre, la mesa del salón a un lado y la cinta en la cabeza. Padres e hijos haciendo estiramientos al tiempo antes de correr a desplomarse en el sofá.

El jurado reconoce su labor como principal artífice de la revolución del videojuego. Didáctico, formativo y constructivo desde su llegada. Porque había mucho más que ofrecer que disparos y sangre. Estaban los universos de cuento, las caras amables y la magia que convierte lo cotidiano en extraordinario. Recibe el premio al talento, superadas las reservas a galardonar a un creador de entretenimiento virtual. Se ha visto más allá de un mando y una pantalla con dibujos. Su imaginación, poderosa, está al nivel de la de un cineasta o un novelista. Está escribiendo la historia de lo que ya se reconoce como un arte más.

Aunque no se considera un artista. Y recuerda que el suyo es un trabajo en equipo, que el fontanero más famoso de todos los tiempos no sería más que una idea sin sus compañeros. Generoso, quiere recoger el premio con ellos. Aun así, la chispa es cosa suya. Ese clic que hace que los personajes tomen forma y se muevan en los escenarios perfectos. Que un guion crezca, casi se desarrolle solo, con sus giros, sus sorpresas, su apoteosis.

Dicen que Miyamoto se inspira en su propia vida, en sus propios gustos, para inventar los argumentos de sus videojuegos. Por eso tiene prohibido hablar de sus aficiones en las entrevistas. Para no dar pistas sobre una próxima creación. Qué maravilla tener tantos mundos en la cabeza. Y saber compartirlos.

 

SHIGERU MIYAMOTO

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