Que la cocina está de moda es una evidencia. Entre el animal televisivo que es Alberto Chicote y su popular “Pesadilla en la cocina” (que a veces nos lleva a una situación sarcástica que es mejor obviar), recordar la última edición de MasterChef junior, donde los más peques nos hicieron pasar unas deliciosas jornadas que concluyeron con el triunfo del imaginativo Josetxo y donde Paula, Pachu, Candela y Noa entre otr@s, supieron llevarnos a un mundo donde no todos sabemos cómo desenvolvernos y donde esas noches se acababan convirtiendo en un bucle de emociones y genialidades curiosas que solo l@s niñ@s son capaces de conseguir.
Resulta difícil decantarse por uno u otro programa aunque aquí hay comida para todos. En cuanto al de Chicote y su pesadilla, no acabo de digerir sus peculiares descubrimientos que ponen a prueba el “talento” de aspirantes a vivir de los fogones al precio que sea ante la pasividad de una Sanidad inédita.
Indudablemente hay que estar abierto a la experimentación. Como en el caso de l@s niñ@s. Soy una persona de gustos sencillos, pero eso no quita que disfrute con platos más elaborados. Pienso que los creadores más talentosos están haciendo que todo el mundo esté muy pendiente de la cocina española. Ello facilita que más personas se interesen por nuestra gastronomía. La base, como siempre, está en una dieta mediterránea, rica y sabrosa, que no se perderá jamás. Igual que la cocina vasca y gallega, entre las favoritas del amante del buen comer.
Pero también existe el que todo lo ve negro, la persona que no comulga con nada. Para este tipo de autóctono, el lugar donde mejor se come es en su casa, con sus amigos y en familia.
Es respetable, cómo no. Y te sorprende, por si fuera poco, con el marrón de la crisis para que nadie olvide que se ha cebado con el mundo de la restauración. En lo que sí todos coincidimos es que la televisión se ha plagado de amantes de la gastronomía y de cocineros de renombre buscando un hueco en tiempos de vacas flacas. Y es de agradecer.