Un salvaje camino de la cumbre de Brasil

RIVALDO y Ronaldinho eran dos magníficos jugadores de fútbol, pese a que ambos compartían una limitación: no sabían darle a la pelota con la cabeza, lo suyo era golpearla con los pies. Lógico, pues ahora, ya retirados, la tiene de adorno. Su apoyo decidido al ultraderechista Jair Bolsonaro lo demuestra. El tal Bolsonaro es toda una joya, que deja en un mero aprendiz al salvaje presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte. Las perlas que ha ido soltando durante los últimos años darían para hacer collares y pendientes para medio mundo. “No merecería ser violada, porque es muy mala, muy fea”, (sobre cierta diputada de izquierda); “Prefiero que mis hijos mueran en un accidente a que sean homosexuales”; “El error de la dictadura fue torturar y no matar”; “Si veo a dos hombres besándose en la calle, les voy a pegar”; “Mis hijos no tendrán parejas de raza negra, están muy bien educados”. En el cierre de campaña se coronó: “No aceptaré ningún resultado que no sea la victoria”. Lo dicho, Duterte está acabado.

Un salvaje camino de la cumbre de Brasil

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