Hay tres formas de hacer las cosas: Bien, mal y al estilo de las mareas, que es una mezcla entre el “vaiche boa” gallego y “deje para mañana lo que tenga que hacer hoy” (readaptación del temperamento netamente hispánico). La cuestión es que como único logro en A Coruña, Ferreiro y los suyos pueden presentar un carril bici que como si del Guadiana se tratara, aparece y desaparece como si los ciclistas se pudieran teletransportar al más puro estilo de Star Trek. Pero por si eso fuera poco, resulta que su gran obra, además de estrechar los carriles hasta el punto de que circular por las calles en las que los ciclistas tienen espacio reservado se ha convertido en peligroso para los conductores, pues, además de eso, no se ajusta al plan de obra aprobado por ellos mismos y, se supone, que tendrían que haber hecho cumplir a los adjudicatarios de las obras. El carril bici sube y baja de las aceras sin que se haya diferenciado con un pavimento de otro color e, incluso, se fuerza a los ciclistas a pasar entre los pobres peatones que esperan en las paradas de los buses. Es evidente que se podía haber hecho peor, pero habría que haber hecho un gran esfuerzo.