Hay que ser profesional

Desde lo del casoplón de Galapagar sospechábamos que algo había cambiado en el corazón de Podemos. El discurso populista sonaba un poco menos creíble, el puño en alto parecía más flácido. Asistíamos al aburguesamiento progresivo, en vivo y en directo, de los que ya sabíamos cómo acabarían antes de que ellos siquiera lo imaginasen. Luego llegó la denuncia de la escolta/chica para todo y descubrimos que del acomodamiento al despotismo había apenas un paso. Y ahora, con pie y medio en La Moncloa, llega el escándalo de la caja B y los contratos irregulares. Dicen que Irene Montero está al borde de un ataque de histeria permanente y a Pablo Iglesias le notan la coleta menos consistente. Si uno decide seguir el ejemplo de los expertos en este tipo de prácticas -por lo visto mientras los criticaban en público debían de tomar notas en privado- tiene que saber mantener el tipo cuando lo que se barre bajo la alfombra sale a la luz. Para todo hay que ser profesional. 

Hay que ser profesional

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