El Centro de la Estampa Contemporánea de Betanzos (CIEC) ofrece la muestra de grabado “Surfeando el tiempo” de Juan Escudero (Bilbao 1966), que se licenció en Bellas Artes (especialidad de pintura), en la Universidad del País Vasco, dedicándose a dirigir una empresa de Infografía y Animación por ordenador a partir de 1993.
Desde 2011, después de haber retomado la dedicación al arte, en especial al dibujo, se ha consagrado al grabado. La obra que presenta en el Ciec es una colección de aguafuertes de cuidada factura, en los que el dibujo de línea, minuciosamente articulado, es el protagonista total, si se exceptúa uno de sus últimos grabados donde investiga ya con ciertos valores plásticos de la mancha y de los contrastes. Hay en su quehacer dos motivos o vertientes principales: la primera está formada por bandas o cortinas de líneas verticales que parecen flotar en el espacio vacío y que por su utilización de sencillas estructuras geométricas pueden inscribirse en la severidad formal del minimalismo; la otra vertiente la constituyen composiciones como “Erografías” o “Placeres desconocidos”, en las cuales el finísimo rayado cubre todo el espacio hasta formar una especie de piel, que, a veces, se ondula levemente en curvas o se agita en pequeñas granulosidades o bulbos que pueden recordar zonas del cuerpo humano o incluso orografías de la tierra. La geometría de la línea se empareja así con las configuraciones de lo orgánico, para hablar de nuestra doble naturaleza: la que nos permite inventar imágenes racionales y la que nos lleva a las incontrolables pulsiones de nuestra condición biológica, lo que incluye los sunamis del erotismo y también esos otros que nos rodean en el mundo que habitamos. De esto último habla quizá el aguafuerte “Amenaza”, donde las apretadas líneas están dispuestas en diagonales que parecen precipitarse hacia abajo, al tiempo que se ondulan y se curvan en movimientos que recuerdan olas; se trata de sutiles movimientos, pero bajo los cuales se perciben conmociones subterráneas y se presienten fuerzas poderosas a punto de estallar.
De erotismo básico o ero-grafía que es fuente misma de la vida hablan los dos aguafuertes que configuran, el uno en rosa y el otro en negro grisáceo, los labios de una vulva. Por el contrario, lo que se agita en el aire o se mueve en la luz, como huidizas ráfagas, está recogido en los aguafuertes que titula “Espectros”, donde ofrece cinco variantes cromáticas de la misma forma que consiste en una banda o cortina móvil que atraviesa de izquierda a derecha el espacio negro o la densa materia oscura, que se colorea de tonalidades que van del azul celeste al verde o de los violáceos y morados a los tonos tierra rojiza; la sensación que ofrecen es la de inasibles apariciones o fugitivas visiones del espectro solar (y de ahí su nombre). Estamos ante una abstracción sin concesiones a devaneos imaginativos o líricos, con absoluta desnudez formal, pero con pasión por lo fundamental de la obra gráfica que es el rayado en todas sus formas.