La falta de vocaciones en el sector del ermitaño

Quienes conocen a Natxo González aseguran que no es un tipo de trato fácil. Incluso están convencidos de que si hubiese nacido hace unos cuantos siglos sería un ermitaño. Pero como ha nacido en estos tiempos se dedica al fútbol. El Deportivo lo ha contratado para entrenar al primer equipo, no para hacer monerías –para eso ya están los payasos e incluso los políticos–, y a la preparación de la plantilla es a lo que entrega su jornada laboral. Lo malo es que después llega un árbitro como Ais Reig y destroza con sus desquiciadas decisiones todo ese trabajo. Incluso se atreve a llamar “teatrero” a un jugador al que acaban de dar un codazo en la cara o exigir que se levante y deje de hacer cuento a otro que está lesionado. Qué pena que en vez de darle por el fútbol no le diese dado por la vida contemplativa y se apartase del mundo. Su conciencia hubiese salido ganando y otro colegiado más preparado habría podido llegar a pitar en Segunda División. ¡Ah!, y las actas se ajustarían a la verdad.

La falta de vocaciones en el sector del ermitaño

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