na treintena de referencias dedica a los populismos de toda clase la propuesta de ponencia marco que el Partido Socialista debatirá en su congreso de junio. Por supuesto, siempre para descalificarlos y para autopresentarse como alternativa. Unos populismos que ofrecen –dice- falsas soluciones y propuestas simplistas a las enormes incertidumbres de nuestra era y que tratan de cerrar el círculo de debilitamiento de la democracia representativa.
Lo que parece olvidar, no obstante, es que él mismo gobierna, sin haber ganado en las urnas, en media docena de comunidades y numerosos Ayuntamientos con el apoyo de ese populismo, aquí de extrema izquierda, Podemos y sus confluencias, que tan pernicioso a sus ojos parece y que no pocos quebraderos de cabeza le está produciendo.
El último y más sonoro, contra todo pronóstico y después de casi dieciocho horas de debate, ha sido la negativa del partido de Pablo Iglesias –dos diputados- a apoyar los presupuestos de Castilla-La Mancha. A su presidente García-Page, que no termina de encajar el golpe, se le quedó la cara de piedra. Pero es lo que puede suceder cuando, como es el caso, quien facilita la investidura no se implica en el Gobierno de turno y se queda fuera, en la oposición, ejerciendo como tal.
Es de recordar que como fruto de las mayorías minoritarias que han germinado como setas, nada menos que diez comunidades y doce de las mayores capitales del país iniciaron el año sin los preceptivos nuevos presupuestos. Y que a estas alturas del ejercicio aún hay cuentas públicas sin cerrar y que quienes lo han logrado ha sido a base de tiras y aflojas de varios meses y de enormes pérdidas de tiempo y energía.
Claro, que no hay que ir a otear horizontes territoriales de alcance menor. Porque a nivel estatal a Mariano Rajoy le está sucediendo lo mismo. Mientras la oposición le va desmontando pieza a pieza los logros de la anterior legislatura, el presidente del Gobierno, empeñado en no ir a nuevas elecciones, no encuentra los votos suficientes para sacar adelante los presupuestos generales. Y si de aquí a abril lo consigue, habrá sido a costa de pagar un alto precio.
Se comprende que Canarias, por ejemplo, se venda cara. Es su gran oportunidad, tiene problemas muy específicos derivados de la insularidad y es la quinta comunidad con menor PIB per cápita (19.867 euros). Pero que se comporte de igual manera el archifinanciado y privilegiado País Vasco con sus 31.805 euros, segundo por detrás de Madrid en el ranking nacional, es menos de recibo.
Son, como digo, las servidumbres de los Gobiernos a la intemperie; Gobiernos en minoría, inestables, que en todo caso sólo deberían ser posibles previo acuerdo negociado y pormenorizado y donde las partes se comprometieran a mantener la lealtad institucional requerible. Lealtad, por cierto, que no es de lo que más abunda.