En octubre pasado se estrenó “Torrente 5: Operación Eurovegas”, la quinta comedia de la serie Torrente en la que Santiago Segura vuelve a mostrar lo más penoso del país, la España cutre de la corrupción, de la picaresca y de la delincuencia en secuencias e imágenes –con algunos excesos estéticos y groseros– protagonizadas por un personaje casposo, mentiroso, guarro y tramposo.
En vísperas del estreno contaba Santiago Segura que “cuando me puse a pensar en hacer otra película, dije: no puede ser que cada cosa que se me ocurra sea menos surrealista que lo que está pasando. La realidad superaba a la ficción, me lo estaba poniendo muy complicado” y ponía como ejemplo el caso Pujol, que “aún estoy intentado asimilar, no doy crédito. Este hombre tan honorable, que ha sido un emblema... Cuando un dirigente se te cae así piensas ¡quién nos gobierna, quién nos gestiona, en manos de quién estamos!”.
La confesión de Pujol ocurriera tres meses antes y desde el estreno de “Torrente 5” aparecieron otros episodios de la España corrupta: operación Púnica, dos expresidentes y tres exconsejeros de la Junta de Andalucía ante el Supremo, el PSOE nombra –sin ruborizarse– presidente del Parlamento andaluz a un responsable de la quiebra de Caja Sur… Y el jueves último, la guinda con la mediática detención de Rato, que no es un episodio más de fraude, blanqueo y alzamiento de bienes. Es un caso que conmociona a la gente y remueve los pilares del sistema por lo que representó el personaje en la política y economía.
“Amo tato a España que Torrente me sale”, dijo en otra ocasión Santiago Segura. Ahora le sobra material para la sexta entrega de la serie, porque la realidad vuelve a superar la ficción. Dicen algunos que fueron a ver sus películas como terapia para liberarse de los pecados capitales de la sociedad española que muestran los filmes. Es posible. Pero de seguir así las cosas, es seguro que todos acabaremos necesitando ver la serie Torrente y, además, pasar por el diván del psiquiatra para superar esta pesadilla de tanta indecencia.
Dicho esto, el caso Rato tampoco es la gota de agua que va a destruir el vaso del Estado, que aguantó casos peores. Existe otra España limpia y honesta dispuesta a pasar página de esta etapa de engaño e ignominia y a encarar el futuro con dirigentes que, sin demoler el orden constitucional, desempeñen el poder con decencia. Esa es la España de la mayoría de la gente.