Menos mal que nos queda la Vuelta. Gracias al paso de los corredores por tierras gallegas el mundo entero parece haber descubierto lo bonita que es Galicia. Cinco etapas, cinco días, han sido más que suficientes para que, a vista de helicóptero/pájaro se hayan mostrado los grandes encantos de esta tierra.
Y es que desde el aire o a ras de tierra, pero a velocidad de pelotón, no da tiempo a ver las fachadas alicatadas, ni los bajos vacíos, ni las casas sin recebar, de modo que el naranja del ladrillo parece un moderno tono elegido por el sensible propietario de la vivienda en cuestión para la fachada de su unifamiliar casita.
Galicia tuvo un equipo ciclista, el Xacobeo, y salió escaldada
Playas vírgenes y montes verdes, hasta los aerogeneradores quedaban hermosos en esa postal de modernidad que nos vendieron y que la Xunta compró, puesto que pagará religiosamente una cantidad nada despreciable por que los ciclistas salgan el año que viene desde algún rincón de las Rías Baixas.
Porque esto de la Vuelta es así. Si usted quiere panorámica, comentario ad hoc de la belleza de su municipio incluido, primero habrá de pasar por caja y pagar por la promoción unos cuantos (bastantes) miles de euros. Así de simple. Pura ley de oferta y demanda. Hay solo 21 días de ciclismo y demasiados pueblos por los que pasar.
Y si, por un casual, su pueblo cae a medio camino entre la salida y la llegada, ya se las ingeniarán para que esa horterada de la serpiente multicolor pase por la puerta de atrás, evidenciando que en esto del ciclismo hay clases y que estas se establecen en proporción a lo que usted esté dispuesto a pagar.
De este modo, se consumen unas cuantas tardes de agosto, justo cuando la canícula aconseja reposar la comida a ronquidos. Entonces parece que a nadie le importe que el ciclismo, en los últimos tiempos, ha demostrado ser una cueva de tramposos, en el que los médicos dispuestos a cualquier cosa tienen sueldos más elevados que los líderes de los diferentes equipos.
Solo así se entiende que un ser humano se pueda meter un día sí y otro también ciento y pico kilómetros entre pecho y espalda, subiendo por el medio unos cuantos puertos de primera categoría o rodando una contrarreloj a la velocidad media que lo haría una motocicleta de gran cilindrada. Galicia tuvo un equipo ciclista, el Xacobeo, y salió escaldada cuando la sombra del doping se cernió sobre parte de sus corredores. Ahora parece que alguien ha descubierto que el mejor modo de invertir el dinero es en comprar etapas en lugar de formar deportistas. Todo es cuestión de prioridades e intereses.