En estos tiempos que corren, España puede ser líder en número de banderas que se exhiben por nuestras calles. A nivel nacional, las banderas arcoíris del colectivo gay pueden verse en multitud de balcones institucionales y colgadas en farolas por las calles sin que ya nadie pretenda retirarlas o romperlas. En Cataluña las malditas esteladas forman parte de la decoración urbana y es raro el día que las televisiones dejan de publicitarlas sin regatear medios.
También banderas separatistas gallegas y de otras autonomías que adornan el patio nacional. No podemos olvidar las banderas de los sindicatos que son un poco como el Guadiana, cuando hay que alimentar lío aparecen y después, salvo que haya elecciones, desaparecen. A partir de aquí, piensen ustedes en las banderas que se les ocurran, caben todas, de equipos de futbol, de asociaciones varias y hasta de parroquias.
Miles y miles de banderas que sirven para diferenciar, para separar, para marcar territorio cerrado a los demás. Pero eso sí, encontrar una bandera de España, eso es más difícil. Nuestra bandera nacional, la roja y gualda, la que nos representa a todos como nación, esa ya es más raro verla en nuestras tierras. Reconozco la envidia sana, supongo, que me da cuando veo imágenes de otros países que escuchan su himno con respeto y hondean al viento sus banderas.
Ellos se sienten así más fuertes y unidos y muestran su orgullo por lucir aquello que les une. Nosotros no, al contrario, parece que nos esforcemos en marcar diferencias, en sectorializarlo todo para enseñarnos distintos, mostrando así debilidades. La bandera de España es de todos los españoles y hay personas que se dejan la vida la por defenderla, así son nuestras fuerzas de seguridad, nuestros ejércitos solidarios que defienden la libertad en todos los rincones del mundo y que nos representan a todos también cuando pierden la vida en el servicio que prestan en nombre de todos los españoles.
Es fácil, por el contrario, encontrar banderas españolas arrancadas, quemadas o pisoteadas por el rencor más irreflexivo y contra no se sabe quién. Las dos Españas, superadas por la inmensa mayoría persiste en algunas mentes enfermas que no respetan la Patria común y en consecuencia no se respetan ni a ellos mismos. Pero da igual, porque es gratis. Atacar los símbolos de todos no suele producir consecuencia alguna para quien lo hace.
También es verdad que muchos de los que lo hacen se tapan el rostro con pasamontañas como los de los terroristas, que por algo será. Nadie debe patrimonializar el símbolo de todos, pero tampoco nadie debiera poder ultrajarlo sin consecuencias. La Constitución Española del 78 nos hace portadores de derechos y obligaciones y nos hace, además, iguales ante la Ley. Con ella hemos vivido el periodo más largo de paz y democracia de nuestra historia y eso tiene un valor incalculable como para que unos cuántos iluminados lo pongan todo en riesgo.
Quiero reivindicar desde aquí nuestra bandera, con humildad, pero con contundencia y mostrar mi desprecio por aquellos que la humillan desde la cobardía. No puede ser que aquí, en España se puedan lucir todas las banderas que se quiera, todas menos una, justo la que es la de todos, la que nos une y hace fuertes, que3 es justo, en la que están pensando ustedes, la bandera de España.