SI a las pérdidas económicas se les denomina crecimiento negativo y a la emigración por culpa del desempleo movilidad exterior, a la purga se le puede llamar feminización de las portavocías o renuncia, pero no deja de ser una purga. Que es lo que le ha ocurrido al novel especulador inmobiliario Ramón Espinar. Oficialmente deja sus cargos –secretario general de Podemos Madrid, diputado autonómico y senador– por voluntad propia, pero la realidad es que lo han decapitado por no haberse enterado de la conspiración de Íñigo “El niño de San Ildefonso” Errejón. Presumía de tener controlados los círculos concéntricos de la villa y corte, pero a la vista está que no se cheiraba ni una, ni siquiera el olor a fritanga de unas empanadillas. Como dijo el tierno herbicida Pablo Echenique –“soy muy del amor y esas cosas, pero la mala hierba hay que extirparla”–: “De algo hay que vivir hasta mayo”, malo será que no lo contrate un fondo buitre para que progrese en su prometedora carrera inmobiliaria.