LA coruñesa por consanguinidad, su padre y su abuelo lo eran, Cristina “Supertatoo” Cifuentes, es más lista que un ajo; se tiñe de rubia, pero conserva su cerebro de mujer de pelo oscuro y lo confiesa con retranca: “Cuando te reúnes con hombres y te haces la rubia, consigues muchísimo más”. Melania Trump no recurre a la manzanilla para darle a su melena un tono dorado; se conforma con unas mechas en su cabellera marrón, lo que le permite mantener posturas tan razonables como la de apoyar a los estudiantes que reclaman un mayor control sobre las armas. Su marido, en cambio, se enchufa a diario un fármaco para mantener su envidiable y coloreada mata de pelo, que a la larga provoca impotencia, ya que disminuye las hormonas sexuales masculinas. Pero, por lo que se ve, también produce efectos secundarios sobre el caletre, ya que el magnate –¡qué cuidado hay que tener para que no se bailen las letras y escribir mangante!– asegura que se había enfrentado sin armas al asesino de Florida. Debe de haber visto muchas películas de Chuck Norris.