n pacto político es, al menos, cosa de dos partidos. Subrayo esta evidencia al hilo de la fase política por la que atraviesa nuestro país. Con cualquiera que uno hable -excluyendo a los fanáticos situados en los extremos del espectro- concluye que para hacer frente a la recesión, el incremento estratosférico del paro, la deuda y la crisis social que nos deja la pandemia es imprescindible que el Gobierno y la oposición pacten unos Presupuestos Generales diseñados a la altura del descomunal reto al que nos enfrentamos. Sería lo razonable y ,también, lo deseable.
De hecho es lo que les va a permitir a algunos de nuestros vecinos europeos defenderse mejor de la tormenta perfecta que nos está dejando la pandemia. Es el caso de Alemania en dónde tienen un gobierno de coalición -la derecha con los socialistas- que al haber dejado fuera a los extremistas, funciona con reconocida eficacia bajo la batuta de la canciller Ángela Merkel.
En España, no tenemos tanta suerte. Aquí prima la discordia disimulada bajo la hipocresía. Resulta que la vicepresidenta Carmen Calvo reprocha al Partido Popular su nula disposición a apoyar los Presupuestos que prepara el Gobierno, al tiempo que trasciende que el presidente Pedro Sánchez lleva semanas sin llamar a Pablo Casado, el líder del principal partido de la oposición.
A juzgar por los hechos, el inquilino de La Moncloa se encuentra más a gusto en compañía de los partidos que apoyaron su investidura y está negociando con ellos. Intentar conocer el peaje que tendrá que pagar puede ser materia de susto. Visto el panorama, a los ciudadanos nos asiste el derecho a preguntar a qué viene el doble discurso. Calvo reclamando el apoyo del PP mientras Sánchez ningunea a Casado.
La estrategia está clara: tildar a la oposición de insolidaria en un momento en el que se nos viene encima una hecatombe económica con un coste insoportable en pérdida de puestos de trabajo y un desgaste social sin precedentes. No deja de ser irónico que Pedro Sánchez el inventor del “No es no” a Mariano Rajoy y del no menos famoso “¿Qué parte del no no ha entendido, señoría?” intente ahora hacerse pasar por una víctima de la insolidaridad y falta de verdadero patriotismo de la derecha española. Esta última acuñación, la pretendida falta de patriotismo de la derecha, es cosa del vicepresidente Pablo Iglesias. Que no cunda el pánico.