Un informe del Foro de Davos predice que en los próximos cinco años se van a perder al menos siete millones de empleos por la “cuarta revolución industrial” que automatiza muchos trabajos y sustituye trabajadores por robots y máquinas. Es verdad que en paralelo a la pérdida de unos empleos aparecerán otros, pero de momento, advierte Davos, la creación de nuevos trabajos no compensa la pérdida de los existentes.
Este informe lleva el sello de Davos, pero dice algo que ya se sabía. Hace dos años investigadores de la Universidad de Oxford publicaron un estudio sobre los riesgos del desarrollo tecnológico para el mercado laboral de Estados Unidos y la conclusión, extrapolable al resto del mundo, era que un 47 por ciento de los empleos actuales se encuentran en peligro de desaparecer.
De los informes de Davos y Oxford se deduce que las tecnologías en auge están causando una verdadera revolución que transforma profundamente la sociedad y modifica nuestras costumbres, relaciones laborales, hábitos de compra, las formas de comunicación y el mundo de los negocias. Es el progreso que se introduce en la sociedad y cambia radicalmente –para mejor– la vida de las personas.
Por el contraria, las amenazas que representa esta inmensa ola de cambio destruyendo empleo y aumentando la desigualdad obligan a plantear preguntas tan simples como preocupantes. Mientras la revolución tecnológica no genere nuevos trabajos, ¿de dónde procederán los ingresos del Estado? ¿Cómo se van a garantizar unos niveles mínimos de ingresos para las personas expulsadas del mercado laboral? ¿Se pueden mantener las pensiones y las prestaciones sociales “trabajando” los robots, que no cotizan? ¿Es razonable seguir soñando con el pleno empleo, que no volverá a ser realidad en varias generaciones?
Por otra parte, el nuevo escenario obliga a emprender acciones formativas para capacitar para los nuevos trabajos que se generan en los campos de la computación, impresión 3D, ingeniería, arquitectura o matemática. ¿Están las universidades y centros de formación profesional diseñando sistemas educativos para preparar a las jóvenes generaciones para una situación laboral y social radicalmente distintas?
Los dirigentes políticos deberían promover la búsqueda de alternativas para contrarrestar el impacto socio-laboral de las tecnologías. Pero están más ocupados con el corto plazo y esta realidad, que ya está aquí, no parece ser asunto que les preocupe.