Ahora que estamos de enhorabuena porque el área de reparaciones de Navantia se encuentra a pleno rendimiento con la llegada de más gaseros, no está de más que recordemos una efeméride que ha pasado totalmente desapercibida.
Y es que hace casi dos años se cumplió el centenario de la inauguración del dique seco Reina Victoria Eugenia (hoy conocido como Número 2), que marcó el moderno despegue de la capacidad de carena de nuestro astillero.
Inaugurado el 7 de mayo de 1913, los trabajos de su construcción serían adjudicados por la SECN a la empresa británica John Jackson & Co.
Precisamente sería el advenimiento de la II República, el 14 de abril de 1931, lo que motivó su cambio de nombre, ya que el pleno del Concello acordaría trece días más tarde dirigirse al ministro de Marina para tal fin, proponiendo que fuera sustituido su nombre regio por el del célebre operario de la maestranza ferrolana Andrés Antelo, sugerencia ésta que no sería atendida, nombrándose a partir de entonces asépticamente como Número 2.
A lo largo de su historia han sido muchas las anécdotas y sucesos del que ha sido protagonista. Obviando las trágicas muertes de algunos operarios que perdieron su vida cuando se encontraban trabajando en su interior, y como para muestra bien vale un botón, reseñaremos que el 29 de abril de 1920, día en el que se alojó entre sus muros el acorazado “Jaime I”, aparecieron en su plan, una vez que quedó en seco el dique, un banco de peces, que fueron recogidos con alegría por los obreros cuyas familias pudieron consumir pescado gratis durante toda una semana.
Y ya que hablamos de peces y de diques, no está de más recordar el “monstruo” marino que según los obreros del arsenal habitaba corriendo el año 1900 en el dique número 1 del arsenal, más o menos donde se ubicaría después el “Número 2”, y que, a pesar de su aspecto apocalíptico –tal y como fue descrito por los testigos que de cuando en cuando lo veían– no era otra cosa que un congrio de extraordinarias dimensiones que habían encontrado su hogar en su fondo, pues por aquel entonces la obra hidráulica sólo servía como pequeña dársena de embarcaciones menores.