El Papa Francisco lamentó que en la sociedad actual los excluidos ya ni siquiera sean explotados sino desechados y se conviertan en “sobrantes” marginados de todo sistema.
“Ustedes son las mismas manos de Jesús en el mundo, su testimonio ayuda a cambiar el curso de la vida de muchas personas, de muchas familias y muchas comunidades, su testimonio puede cambiar el curso de su propio corazón”, añadió.
En este sistema, no importa la vida y las necesidades de los trabajadores, sino el rendimiento del sistema económico... El trabajador se le utiliza al servicio del dinero... Es bueno para el sistema que crezcan los parados... Así la mano de obra puede resultar más barata...
Escribió Unamuno una y otra vez, “Sólo existen los intereses económicos de los terratenientes, los industriales y los propietarios de la deuda pública. Quienes invocan los altos deberes para con la patria no hacen más que defender los privilegios de los capitalistas. Derramar la sangre en defensa de la nación es dar la vida para que engorden los cínicos y los explotadores.”
Pues bien, dicho todo esto, me viene a la cabeza una pregunta que no puedo evitar. ¿Cómo se explica que el partido político más cercano a la Iglesia (el PP) sea el partido que ha sido más corrupto.
Que no se nos olvide tampoco que Cristina Cifuentes apoyó la ley de plazos del aborto. Lo ha dicho públicamente, expresamente, orgullosamente. Hazte Oír se lo ha recordado a los madrileños con un autobús y unas vallas publicitarias.
Si alguien apoya una ley de plazos es porque le parece bien que se aborte así, sin más y a discreción. Si alguien apoya una ley de plazos es porque cree que el hijo que muere durante ese tiempo no tiene derecho a la vida.
¿Qué explicación tiene el hecho de que los partidos políticos de la izquierda sean los que más acaloradamente defiendan los derechos de los más desfavorecidos, los parados, los pobres, los inmigrantes...? Recordemos que numerosos medios internacionales en el mes de febrero se hicieron eco del reconocimiento del Ministro del Interior de que la Guardia Civil disparó pelotas de goma en el mar a los inmigrantes que intentaban cruzar la frontera a nado. En el incidente fallecieron al menos once personas.
Muchos de estos inmigrantes fallecen en el desierto, acosados por el calor y la sed, o caen en redes de tráfico de personas, que aprovechan la porosidad de las fronteras y la dificultad de controlar el desierto.
Un informe divulgado en 2016 por 4mi, filial del Consejo Danés para los Refugiados, advirtió de que el desierto se cobra más vidas de migrantes que el mar, según los testimonios de los supervivientes.
Jesús inició un mensaje y camino de liberación al servicio de unos marginados que eran como los actuales.
Entre fugitivos, perseguidos, ha crecido Jesús, en las fronteras de la cárcel. Allí tenemos que buscarle y encontrarle.
El Papa Francisco nos ha dicho también que estamos ante un gran “éxodo bíblico”, multiplicado estos últimos días por la llegada de sirios, iraquíes, afganos... que escapan del terror de sus países... Muchos de ellos son los mejor formados, hombres y mujeres de gran cultura. Ellos podrían ofrecer la mayor riqueza a nuestros países, incluso hablando en sentido egoísta. Pero no queremos recibirles.
Al decir estas cosas me interesa reflexionar sobre un tema que me parece de gran interés: ¿qué importancia tiene en mi vida el “Evangelio”? El día que cada uno de nosotros comencemos a poner en claro esta pregunta, seguramente comenzaremos también a darnos cuenta por qué las relaciones entre la religión y la corrupción nos resultan tan complejas y confusas.
Dios no está contento cuando los cristianos nos centramos solamente en la preocupación cúltica, abandonando a los necesitados. Estos temas deben estar al mismo nivel que la evangelización. Debemos ver la acción social con una visión más amplia, extensa y comprometida. Sólo si nos dejamos evangelizar por los pobres podremos ser cristianos. No se trata de ayudarles de un modo “superior”, con una limosna “piadosa” para justificarnos a nosotros mismos, sino de ver en ellos el rostro de Dios.
Creo que lo que Jesús quiere evitar es el ritual vacío de compromiso con el Prójimo.
Jesús nos dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
No olvidemos tampoco que en la parábola del buen samaritano, el texto condena al sacerdote que consideró más importante seguir hacia su ritual que el pararse y mancharse las manos con el herido, apaleado y dejado tirado al lado del camino.
Cuando dejamos todo esto de lado y no encarnamos el evangelio en nuestras vidas, sino que más bien nos dedicamos a defender la ideología o ideologías que satisfacen nuestras maneras de pensar, deberíamos plantearnos si realmente estamos sirviendo a Dios o al dinero.