A Fraga le acompañó toda la vida la fama de cazador de élite y quizá cuando andaba por el monte, escopeta al hombro, cobrase buenas piezas, pero en el ojeo político fallaba más tiros que un chosco. Solo con recordar cómo le salió Verstrynge, en quien había puesto todas sus complacencias, ya no hay que pensar más ejemplos. Esperanza “Metomentodo” Aguirre, alumna aventajada de la escuela de don Manuel, le ocurría otro tanto. El exconsejero Francisco Granados es el mejor ejemplo de sus desatinos. Y porque está casado –si bien casado o mal casado es una cuestión que no viene al caso– con una mujer, porque sino se podría haber hecho un infanta en la Audiencia Nacional y declarar que su marido se encargaba de todos los asuntos domésticos. El tío aseguró que no sabía que era suya la mansión que le había regalado un empresario, que el coche que le regaló otro empresario era prestado y no supo explicar por qué sus ingresos en Suiza coincidían con adjudicaciones a otros empresarios. Todo un artista.