“CHÁVEZ nuestro que estás en el cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y de allá”. María Estrella Uribe, militante del Partido Socialista Unido de Venezuela, recitó en su día ese padrenuestro en un taller de formación política. Pablo, antes Pablo Manuel, “Viva la Gente” Iglesias, antes de ser padre y, por lo tanto, antes de su eu non creo nas meigas, pero habelas hainas –“Somos ateos pero explicaremos a nuestros hijos que nuestros amigos creyentes rezaron por ellos. Nos consta que la Virgen del Tránsito, Santa Rosa de Viterbo y Santa María Liberatrice fueron interpeladas (y nunca se sabe…)”– también proclamaba al líder bolivariano como su dios y a Venezuela como el paraíso. Lo hacía un día y otro y la verdad es que aburría. Ahora, en cambio, reniega y cuando en una entrevista televisiva le preguntaron por la crisis del país sudamericano, contestó con rotundidad: “No voy a convertir a Venezuela en un asunto de la política española”. ¡Qué cinismo!, ¿o será hipocresía?