No es la manifestación del domingo en la plaza de Colón la que va a cambiar este Gobierno o la que va a obligar a su presidente a convocar elecciones anticipadas. No, aunque hayan asistido muchos ciudadanos –el número no importa– de forma pacífica, sin banderas de partidos, cansados de un Gobierno que ni puede ni sabe gobernar. Son otras las razones que van a obligar al presidente Sánchez a hacer lo único que no quiere hacer: convocar elecciones.
Este Gobierno no está en condiciones de aguantar porque los intereses de sus socios no son los suyos y los necesita a todos para sobrevivir. Cada uno de los grupos que le apoyan buscan cosas diferentes y opuestas y no es posible satisfacer a todos al mismo tiempo. Y dar a todos lo que piden solo contribuiría a la demolición del Estado. Auguste Comte decía que “el interés jamás ha formado uniones duraderas” y Cicerón dejó escrito que “la amistad comienza donde termina o concluye el interés”. Las amistades peligrosas de Pedro Sánchez con Podemos, con los independentistas catalanes y hasta con el PNV y Bildu son absolutamente interesadas y terminarán en el mismo momento en que concluya el interés. Sánchez solo sirve mientras les sirve.
Podemos quiere poder real y decisión en cuestiones fundamentales y, aunque Sánchez se lo ha dado en algunos casos, sigue esperando la debilidad del PSOE para convertirse en la izquierda dominante. PdeCAT y ERC quieren que el Gobierno ordene a los jueces que paren el proceso, devuelvan la libertad a los políticos presos y se permita la secesión de Cataluña. Y aunque el Gobierno sabe que nada de eso está en su mano, Sánchez se ha acercado peligrosa y voluntariamente al precipicio constitucional. El PNV va a lo suyo y si mañana tiene que apoyar a otros, lo hará a cambio de más contrapartidas. En cuanto a Bildu, si el acuerdo de PP y Ciudadanos con Vox chirría, el del PSOE con los herederos de ETA es un insulto a las víctimas y a los demócratas. Y el PSOE, traga.
Pero la principal amenaza de Sánchez no son Casado, Rivera y Abascal. Son los suyos. Al margen de González, Guerra o Solchaga, claramente contra sus tesis, el peligro nace de sus barones que están viendo que los disparates de un Gobierno incapaz de aprobar unos Presupuestos y de dar respuesta a los problemas reales del país, que cada día descubre América y que es capaz de poner en riesgo la unidad de España, puede llevarles a todos ellos no solo a la oposición sino casi a la desaparición. Cada semana más de Sánchez en Moncloa es una caída de votos para el PSOE. Lo saben todos menos Tezanos, el sociólogo que puede acabar con el CIS. El prestigio de este Gobierno es proporcional al de sus ministros. Fuera de las medidas sectarias o de marketing, la mayor parte de ministros ni están ni se les espera. Muchos son perfectos desconocidos Y hasta los que tenían prestigio personal como Calvo, Calviño, Marlaska, Robles o Duque, no solo están cargando con los errores y las locuras de Sánchez sino que se han convertido en parte de ese fracaso colectivo. Este no es un Gobierno de verdad, es un Gobierno fake. Cuanto más dure, más dura será la caída del PSOE y más graves las consecuencias para todos los ciudadanos.