A lo peor, la victoria que Pablo Casado se apresuró a proclamar la noche de las elecciones andaluzas termina saliéndole cara al presidente del Partido Popular. El mero hecho de que existiera la posibilidad de sacar a Susana Díaz de la presidencia de Andalucía (y con ello acabar con cuatro decenios de hegemonía socialista) tapó (o eso pretendió Casado) la también abultada pérdida de apoyos de los populares en el sur de España. Y ahora se encuentra con que tiene que comulgar con ruedas de molino muy pesadas y grandes para intentar conseguir la presidencia de la comunidad. La rueda de molino, por supuesto, es Vox, que parece dispuesto a vender muy caro su apoyo. Por ello, Casado juega al despiste, intentando justificar cambios en la ley contra la violencia de género (doméstica dicen ahora). Pero el problema es que esos cambios no gustan nada a muchos líderes populares. Galicia ha dejado claro que no modificará ni un ápice su política y parece que no son los únicos. No se puede hablar de una fractura en el PP, bastante monolíticos son ellos, pero la verdad es que sí que parece que ya hay alguna grietilla.