SOBRE EL AMOR Y EL CARIÑO

El amor y el cariño son dos de los más nobles sentimientos del alma humana. Ambos estados de ánimo contribuyen a que las personas sean más solidarias, altruistas y preocupadas por todo lo que les rodea y, en especial, por las demás personas. Aunque la línea divisoria entre ambos sentimientos es tenue y muy sutil, existen algunas particularidades que nos permiten distinguirlos. 
Por su magnitud y extensión, el “amor” despliega sus efectos en un ámbito de aplicación mucho mayor y más extenso que el “cariño”. Así ocurre con expresiones como amar a la naturaleza; amar al arte y a la cultura; amar a la patria y, en la cúspide, amar a Dios.
En esos ejemplos y otros semejantes el amor supera, abarca y se sobrepone al cariño. Por eso, no se suele decir “quiero a Dios” o “quiero a la patria”.
El cariño recae normalmente sobre algo que nos pertenece y que nadie nos discute ni arrebata.  Tiene lazos más naturales y entrañables. Por eso, en la relación paterno-filial, el cariño es algo dado y no adquirido y, además, perfectamente compatible con el amor que lo ahonda y fortalece. En el cariño predomina la ternura; incluso la compasión. En el amor, prevalece el deseo y la pasión.
En el cariño el objeto de deseo está más a nuestro alcance y no existe incertidumbre de perderlo; en el amor, por el contrario, el objeto deseado está más alejado y nos exige una dedicación constante y renovada para que se mantenga y conserve. No cabe duda de que el amor, en ese sentido, puede ser considerado como una “conquista” y el cariño como un “hallazgo”.
No elegimos a nuestros padres ni a nuestros familiares; pero sí a nuestros amigos y pareja. En el amor, en cambio, la elección es esencial.
Según esas ideas, no puede extrañarnos que los “celos” se den con mayor fuerza y peores consecuencias en el amor que en el cariño. Y ello, porque el objeto del amor nunca nos pertenece por entero y para siempre.
Es cierto que es en el campo erótico y del amor interpersonal donde se manifiestan más nítidamente las anteriores consideraciones. Por ello, resulta expresiva la frase que Shakespeare pone en boca de uno de sus protagonistas, tan enamorado de su esposa que “hasta tenía celos de que el viento del cielo acariciase su cara”.
Finalmente, y como ejemplos característicos del amor y que no se dan en el cariño, pueden citarse el “amor propio” y el “amor platónico”. El primero consiste en la autoestima personal y de sus cualidades y capacidades; el segundo, en idealizar la realidad, manteniendo vivo el objeto de deseo a sabiendas de que nunca se verá satisfecho ni alcanzado en la realidad. 
El amor crece en el terreno de la pasión y de la admiración hacia los bienes que se desean y ansían, que pueden ser, incluso, inmateriales como los valores e ideales de la humanidad.
La defensa más contundente del amor se expresa en el mandato bíblico, “amaos los unos a los otros”.

SOBRE EL AMOR Y EL CARIÑO

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