Lunes negro. Tres mujeres asesinadas por un hombre en Valga. El presunto asesino se presentó en la casa donde vivía su ex mujer con sus dos niños pequeños y la mató, luego mató a la madre y a la hermana de su ex mujer. Se subió a su coche y se fue. La huida acabó en un cuartel de la Guardia Civil donde se entregó.
¿Qué se les dice a esas criaturas que han perdido en pocos minutos a una madre, una tía y una abuela?
“Estaban en trámite de separación”, los periodistas adelantamos este dato como si fuese un intento de explicar el macabro crimen. En España hay más de 112.000 demandas de divorcio o separación cada año.
“No había denuncias previas”, como si el hecho de haberlas fuese un antídoto contra el homicidio.
Es inevitable querer encontrar alguna explicación, algún motivo que permita comprender lo ocurrido, pero es una tarea casi imposible.
Cada vez que voy a mirar los casos de crímenes machistas confirmo que es casi imposible realizar un perfil, ni de la víctima, ni del agresor. Sería seguramente muy útil poder contar con ello pero no existe. Los crímenes se producen en todas las comunidades autónomas. Aunque se concentran en víctimas de edades entre los 30 y 40 años, pero también hay víctimas mayores, así como menores de 30.
Tampoco el origen del maltratador es determinante: hay españoles y extranjeros, algunos se suicidan, otros se entregan, otros huyen. Los hay que matan a sus propios hijos, a familiares…
Nos ha parecido que había más asesinatos en verano, pero científicamente tampoco se ha podido probar que los crímenes machistas tengan que ver con las estaciones climatológicas.
En casi la mitad de los casos el arma blanca es la más utilizada pero en la otra mitad hay de todo, incluidas las armas de fuego, como en Valga.
Tampoco el consumo de alcohol es un elemento que influya necesariamente en el comportamiento de los casos analizados.
Y, tal vez el dato más importante, los homicidas machistas no están locos, son personas normales y plenamente conscientes de lo que hacen.
No existe un patrón. Hace unos días leía una información que se aventuraba a hablar del perfil del maltratador machista y dicía: “hombre y violento”…
Muchos pensarán que no es el momento para hacer críticas y buscar responsables para culpar. No se trata de eso, pero sí de hacer una reflexión porque los casos, su número, su diversidad, indican que no se está acertando con las medidas puestas en marcha.
El Pacto de Estado contra la violencia machista moviliza mil millones de euros para acabar con la lacra. ¿De verdad esto se resuelve con dinero?