Mientras medito qué hacer, mi paciencia acaba agotándose y aquí estoy tratando de ser lo más generoso y comprensible que pueda con los demás. De la misma forma que pretendo que lo sean conmigo y con las muchas, muchísimas, otras personas que viven la misma situación que un servidor. Quiero creer en la buena fe de la gente, pero en este caso, que me tiene un tanto irritado, llego a la conclusión de que no todo es de color de rosa en la sanidad gallega, incluso en la de nuestro país y que plantea, lo mires por dónde lo mires, reflexiones inquietantes. Tal vez podamos consolarnos pensando que siempre fue así, pero no es fácil nutrirse de tanta negatividad.
Puedo entender que valorar un sistema sanitario es siempre una tarea compleja y en el caso de España, también peliagudo, porque el debate sanitario suele ser empleado con frecuencia como arma política. Pero no quiero seguir por ahí. Mi estómago no lo resistiría. Los que nos dedicamos a esto de escribir y a denunciar hechos como el que me ocupa, tenemos que acostumbrarnos a trabajar en este entorno tan incierto y con situaciones tan incómodas como tener que hacer pública mi preocupación por lo que pasa en el Chuac con las listas de espera.
Leo constantemente que se van solucionando y reduciendo. Y aquí no se sonroja nadie. Sigo pensando que se está faltando a la verdad en base no sé a qué intereses. Es un despropósito que desde el 9/7/2015 esté pendiente de hacer un ecocardiograma. ¿Cuál es el límite? Como trasplantado, mi preocupación crece conforme pasa el tiempo. Pero pregunto y pregunto y nadie me da respuestas al problema que planteo. En la zona de citas me comprenden, pero nadie sabe nada. Que espere. Y en el servicio de reclamaciones y atención al paciente, me dicen que no hay medios. Que no hay dinero. Me parece muy grave esa matización. Lo mismo que cuando sostienen que sí lo hay, “pero se lo gastan en lo que ellos quieren”, animándome además a que haga pública esta falta de compromiso. “Si lo haces, ayudarás a mucha gente”. Igual que el teléfono que se destina a realizar una consulta o un cambio de cita. Estoy harto de llamar y ahí no responde ni el gato.
Mi enfado y preocupación es latente y así lo expongo. Entiendo que existe falta de colaboración, actitud y voluntad en pos de una sanidad de alta definición con coherencia, sensibilidad y profesionalidad. En una situación inhumana, las excusas nunca son negociables. Y aquí sigo, esperando. ¿Hasta cuándo?