ANTES de que le diese por pedir una peseta a cada español para pagar su deuda con Hacienda, a Lola Flores le dio una temporada por denunciar que alguien quería que la comiese el tigre. La perla de Labuán, en cambio, era feliz en los brazos de otro tigre, el de Mompracen. A un cuidador del zoo de Guilin, en China, no le dio tiempo ni a denunciar que lo acosaba un felino ni a gozar con él. El tigre se lo zampó en cuanto entró en su jaula. Y casi hay que pensar que en legítima defensa, pues había sospechas de que el hombre traficaba con vino elaborado con huesos de otros animales de su familia. Como para que en el invierno usase un abrigo de piel. FOTO: un tigre ocioso | aec