casi en el mismo instante en el que los niños cantaban por segunda vez el número agraciado con el Gordo, Vilalba se llenaba de señores trajeados, representantes bancarios, buscando clientes con los que cubrir los más que altos objetivos que les fijan sus jefes en las entidades. Ahora, una vez pasado el subidón inicial, bien harían los afortunados en reflexionar sobre el destino que darán a esos euros extra, que siempre van a tapar agujeros, pero que acaban despilfarrados en los más insospechados caprichos. De entrada, el concello y los empresarios asesoran a los afortunados. Una buena iniciativa a la que los agraciados debían hacer caso. FOTO: Fiesta en Vilalba | aec