supongo que este fin de semana habrá sido pródigo en llamadas desde los varios ‘teléfonos rojos’ que existen en los despachos más importantes de este país. Sé, por ejemplo, que la patronal ha recibido varias, para que apoye, a cambio de tranquilizarles acerca de las ‘travesuras’ de Podemos, esos proyectados pactos de La Moncloa que antes reclamaban muchos que ahora abominan de ellos solamente porque los ha propuesto Pedro Sánchez.
Yo entiendo que Sánchez no es precisamente persona que genere confianza; mire usted las hemerotecas, si no. Y, si yo fuese Pablo Casado, me sentiría muy poco tentado a cualquier abrazo, presencial o virtual, con un señor que primero te ofrece el acuerdo y luego envía a su ‘portavoza’ a insultarte de manera vulgar. Pero qué quieren: los ciudadanos, que votamos, pagamos nuestros impuestos y nos recluimos, tenemos derecho a exigirles el sacrificio de tragarse sapos, porque lo que se vaya a planificar en esas dos, tres semanas próximas va a repercutir en nuestros hijos y en nuestros nietos. Y con esas cosas no permitimos que se juegue a los juegos de poder, valga la redundancia.
No es que yo confíe en este Gobierno; de hecho, menudo lío se ha montado con lo de la reincorporación al trabajo este lunes, que si con mascarillas, que sin ellas; a ver con qué cara va a multar ahora una patrulla policial a un ciudadano que camina por la calle: ¿usted estudia o teletrabaja? Y eso no va a ser nada, cuando hasta el prudente Luis de Guindos nos va preparando para una recesión que no conocíamos desde la guerra civil, mientras se nos anuncia un previsible colapso de la Justicia.
Si todo esto no justifica un enorme acuerdo político nacional, ya me dirá usted qué lo justifica. No puede ser que el enorme follón siga gestionado por un solo personaje y su entorno. El personaje más poderoso de España desde que se murió Franco.
Por eso pienso que esta semana es clave: a Sánchez le pido voluntad sincera de acuerdo, no operaciones de imagen que ya no le salen redondas. A Casado, que ponga condiciones para pactar sobre la mesa, y luego se atreva a ser él quien proponga el pacto, a ver qué le dicen. A Iglesias, que se refrene en sus ansias de llevarnos a todos por ‘su’ buen camino. A Ciudadanos, que siga por esta senda, que nunca debió haber abandonado. Y a Vox, que se deje de majaderías como la predicar un Gobierno con cuatro ministros presidido por Rosa Díez.
‘Aló, presidente’, ‘Aló, Casado’, me parece que gritan, cada día más, los balcones, ya que los teléfonos de ‘ellos’ parece que no suenan al compás.