como el asombroso Tamariz, el Tribunal Supremo saca de sus mangas puñeteras, sentencias contradictorias de vistosos colores rojo y azul (quizá más azules que rojas), mientras el público infantil palmotea de asombro y se hace pis de felicidad, al grito de ¡Otra, otra, otra! Si fuera así, sería una puta fiesta. Pero, no sé por qué, tengo la sensación de, que si contara lo que pienso, parecería estar hablando de una casa de putas mal organizada. Nada más lejos de mi intención. Pero sí digo: Tras el espantoso ridículo en Europa del Supremo juez Llarena, con sus cosas de extradiciones abortadas, el nuevo asunto del ¡Paga tú! ¡No, no, paga tú que a mí me da la risa! el listón de calidad justiciera del Tribunal Supremo está bajo las baldosas. Menos mal que el Tribunal Europeo de Estrasburgo pondrá orden con su varita mágica, como siempre, en esta casa de, ejem, ejem, porque son más listos que los del Tribunal Supremo. Y a poco que se descuiden, los va a despabilar y poner más tiesos que el mío.