No es asumible

La jornada de insurrección vivida el lunes en Cataluña es el preámbulo de lo que podemos esperar este otoño. Los llamados Comités de Defensa de la República (CDR), grupos violentos nutridos fundamentalmente por jóvenes, son el instrumento del que se sirve el ala más radical de los separatistas para amedrentar a los catalanes partidarios de la Constitución. Esparcen el caos que impide que la gran mayoría de la gente desarrolle con normalidad su vida y obligaciones cotidianas. Estos grupos también son instrumentalizados para presionar a los tibios –que los hay– en las filas del independentismo.
Que Quim Torra, el valido del prófugo Carles Puigdemont que preside la Generalitat, alentara a estos piquetes violentos –“Apretad. Hacéis bien apretando”– está en la lógica de la situación esquizofrénica que padece la política catalana desde que se inició el procés. El responsable de mantener el orden es el mismo que alentó a cortar carreteras, interrumpir la circulación del AVE, asaltar la sede de la Delegación del Gobierno autonómico en Gerona o asaltar el Parlament. 
Torra hace lo que se espera de Torra. Es un líder independentista que simpatiza con los grupos radicales que actúan como arietes callejeros de la misma causa que hace un año llevó a los Puigdemont, Forcadell, Junqueras y demás dirigentes separatistas a proclamar de manera vergonzante la república catalana. Es un error pensar, como quiere hacernos pensar Pedro Sánchez, que hay un Torra dialogante, capaz de asumir, respetar y hacer respetar la legalidad. Mientras no le quede más remedio Torra hará como que respeta la ley, pero en su naturaleza y en sus actos –la consigna a los CDR– está el actuar contra el Estado del que es su primer representante en Cataluña.
Por eso resulta de gran ingenuidad o de un cinismo más que llamativo que cuando Barcelona era un caos, con calles cortadas, y grupos violentos enfrentándose a los mossos y cuando el centro de Gerona estaba tomado por piquetes violentos, el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, declarara que lo que estaba pasando “era asumible”. Pero no lo es.
Por mucho que el Gobierno necesite el apoyo parlamentario de los partidos que impulsan el procés separatista, no es de recibo semejante grado de complacencia. Lo que está en juego es el interés de España, no el interés del ciudadano Sánchez y el de los ministros de su Gobierno. No distinguir un plano de otro, supone un peligro muy serio para el interés de nuestro país.

No es asumible

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