Reconozco que la cocina no es mi fuerte. Soy de los que ante los fogones hago sota, caballo o rey, y en verdad que alguna de las figuras de la baraja me sobra. Lo mío ante la elaboración de un plato que llevarme a la boca es tan sólo cuestión de huevos: en tortilla francesa, ya que la de patatas me parece algo así como conseguir una estrella michelín, o los revueltos, en los que cuanto más rápido muevas el tenedor de palo, mejor te salen, siempre y cuando los embriones de polluelos sean buenos y cuajen como mandan los cánones del nefasto cocinero. El revuelto de huevo forma parte principalmente de un buen desayuno aunque en algunas cocinas integra el plato principal. El ingrediente básico es el huevo que tras haber sido ligeramente batido se vierte sobre una sartén con aceite caliente y se agita de tal forma que el huevo va cuajando en una especie de grumos. A esto se le puede añadir infinidad de ingredientes para darle mayor consistencia.
En el momento actual el revuelto en la sartén se perfila como el plato de mayor aceptación por parte de un núcleo importante y heterogéneo de muchas Señorías que ocupan bancada en el Congreso de los Diputados. El cocinero que intenta preparar este revuelto, en el que los huevos de distinta clase y casta lo tienen muy difícil para cuajar, es el socialista Pedro Sánchez.
El secretario general de ese partido, que en otro tiempo llevó con gran orgullo dos de las letras que forman su acrónimo Obrero ( O ) y Español( E ),tiene al fuego la sartén con aceite muy caliente para meter en ella media docena de huevos, dos por cada fuerza política, e intentar, a toda costa, hacer un revuelto arriesgado sin garantías de que los huevos cuajen. Y pretende hacerlo con descendientes ideológicos del socialista Pablo Iglesias, podemitas con otro Pablo Iglesias a la baja y coleta, y unos ciudadanos que siguen sin saber dónde realmente les han situado los votos en las urnas.
Escribo mi artículo semanal con marchamo de revuelto, sin saber lo que ha ocurrido en el encuentro de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Presupongo que habrá sido más de lo mismo, aunque con mayores afanes por parte del socialista de ocupar habitaciones en la Moncloa, y con pretensiones a la baja del asambleario podemita que intenta no perder el control de su partido, gran amalgama de siglas y militantes.
Si al final se inclinan por el revuelto creo que los huevos no van a cuajar. Sobre todo los que proceden del sector podemita. Pienso que incorporar como ingrediente a un antiguo general o a una jueza en excedencia, con el marchamo de independientes y a costa de una abstención, pueden no dejar cuajar el producto final. Los huevos, que son de distintas calase –corral y granja– se van a desparramar por la sartén. Hacerlos cuajar va a ser tarea más que difícil.