Los organizadores del Día del Orgullo Gay en Madrid han vetado a cualquier representación del PP y de Ciudadanos, pero sí permitirán carrozas del PSOE y de Unidas Podemos, de soltero Podemos. Blanco y en botella. Parece que los organizadores desprecian a 1.339.757 personas, que fueron los que votaron a PP y Ciudadanos, es decir el 42% de los votantes. Por pura razón estadística es lógico que, entre casi millón y medio de ciudadanos, existirán docenas de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y otras variantes, de la misma forma que existirán filatélicos, historiadores, músicos, ingenieros y albañiles. Pero no importa, porque los organizadores del Día del Orgullo Gay, en Madrid, consideran que solo será un homosexual de provecho aquel que sea de izquierdas. Los demás, de manera automática, quedan discriminados, en un ejercicio de intransigencia, extraído del Manual de la Intolerancia.
Es curioso que una organización de una susceptibilidad casi enfermiza, cuando alguien cuestiona o critica alguna de sus acciones, y que se lanza enseguida al juzgado de guardia, con una presteza y obsesión que raya en la manía persecutoria, no muestre ningún rubor en condenar y discriminar a unos ciudadanos que, históricamente, han sido hegemónicos en la Unión Europea. A no ser, claro, que la Unión Europea consideren que es intolerante, desde luego menos que Cuba, muy de izquierdas, donde ya sabemos el tipo de trato que reciben los homosexuales.
Hay una secuencia terrible, que se repite, y donde de la misma manera que un niño que sufrió maltrato tiene grandes posibilidades en llegar a ser un maltratador de adulto, los que fueron perseguidos, cuando ya no lo son, imitan los malos modos de sus antiguos perseguidores, y los imitan. Solo así se comprende esta decisión groseramente excluyente y exenta de cualquier matiz, este sectarismo que no les va a proporcionar más amigos al colectivo. A lo peor tienen un “topo”, o puede que ya hayan llegado a la etapa de cometer tonterías contemporáneas. O es que son así.